"Cuando alguien, viendo la hermosura de este mundo y acordándose de la verdadera, toma alas y, una vez alado, deseando emprender el vuelo y no pudiendo, dirige sus miradas hacia arriba como un pájaro y descuida las cosas de esta tierra, se le acusa de estar loco"

Platón

martes, 26 de julio de 2011

Lunes 25 de julio de 2011. Arcones

Vuelo 25

Mi segundo vuelo del año, una hora de vuelo agradable.
Cuando llegamos al despegue el viento estaba algo pasado pero en ocasiones bajaba de intensidad y se quedaba bien para despegar, además era bastante laminar, lo malo es que hacía un poco desagradable el montaje.
Mientras montábamos despegaron Átomo y otro piloto y rápidamente ganaron bastante altura.
Poco después el viento amainó un poco y aproveché para despegar con la ayuda de Fernando San Gregorio y de Juan. Un paso... y en el aire.

Giré a la izquierda hacia Navafría ganando altura en la ladera y le dije a Juan por radio que aprovechase que estaba bueno pero el no lo veía claro y prefirió esperar.
Algunas nubes tiraban bastante (llegue a subir a +5) y hacían algo más movido el vuelo, está claro que tengo que volar bastante más pues sigo sin acabar de estar a gusto en la turbulencia del vuelo térmico.
A la vuelta de Navafría me salí al valle y llegué sobre la campa del aterrizaje con unos 90 metros de altura por encima del despegue, así que me volví hacia la ladera en la que volví a ganar altura rápidamente. Allí vi que habían llegado al despegue otras dos alas así que le dije a Juan que aprovechara para que le echasen una mano para despegar, pero me dijo que iba a desmontar y a bajarse.
En el aterrizaje me quede un pelín corto pues el viento me frenó más de lo que esperaba, y tardé en subir las manos a los montantes lo que me hizo aterrizar de rodillas.
A ver si tenemos suerte con el tiempo el próximo fin de semana en Arangoiti y podemos darnos unos cuantos vuelos seguidos, que la verdad es que los necesito.


El aterrizaje de Fernando

lunes, 4 de julio de 2011

Sábado 2 de julio de 2011. Magán

Un día desastroso, y es que cuando las cosas se hacen mal, lo lógico es que salgan mal.

Como Álvaro tenía que estar de vuelta en Madrid a las 7:30 y en Arcones no iba a estar muy orientado según la predicción y además tenía pinta de riesgo de tormentas por la tarde, decidimos ir a Cabañas de la Sagra donde al menos la predicción de viento no era mala, pensando en hacer un rato de ladera y volvernos a tiempo a Madrid.
Llegamos sobre las 2:30 y hacía muchísimo calor, mi camelback se había pinchado así que prácticamente solo teníamos un litro de agua para los dos. Mientras montábamos tuve que ir un par de veces al coche a refrescarme con el aire acondicionado pues me estaba achicharrrando (tampoco había llevado gorra ni crema solar).
Había viento y después de montar, sobre las 3:30 con más calor aún fuimos a despegar. Lo intenté yo primero, me acerqué al borde y la cosa estaba fuerte, así que estuve esperando con el ala picada y el pié en la barra de control. De repente salí disparado hacia arriba y empecé a volar hacia atrás, reaccioné rápido y piqué para aterrizar y conseguí controlar el ala corriendo como un cangrejo y parando justo antes de comerme a Álvaro que estaba esperando detrás.

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Después de esto le cedí el paso a Álvaro que estuvo unos quince minutos esperando una racha buena. Yo cada vez tenía más calor y empecé a marearme, (por supuesto solo había desayunado un café a las 9 de la mañana) para colmo se me soltó la funda de la nariz, así que di media vuelta al ala y me descolgué para colocar la nariz y ayudar a Álvaro a despegar.
Al rato despegó y empezó en seguida a dar bandazos, lógicamente estaba muy turbulento, así que se fue a aterrizar pues estaba teniendo un vuelo muy desagradable. En vista de la situación me puse a desmontar y en cuanto hice fuerza para quitar la tensión del ala me entró un mareo bestial y me fui al suelo.
Acerqué el coche para que me diera sombra y después de descansar un rato y refrescarme con el aire acondicionado volví a intentarlo. Solo conseguí quitar una ballesta y para colmo la otra se me quedó enganchada en la vela así que la desmonté quitando el tornillo que la une a la vela pues no tenía fuerzas para sacarla. Pero en cuanto hacía el más mínimo esfuerzo se me iba la cabeza, así que me bajé a buscar a Álvaro y volvimos a subir para que me ayudase a recoger mi ala.
El viaje de vuelta tuvo que conducir Álvaro pues yo no me encontraba nada bien, solo empecé a mejorar después de beberme medio litro de coca cola, medio litro de gatorade y sobre todo un huesito que fue mano de santo.
Todo un despropósito de día, está claro que cuando las ganas de volar se imponen al sentido común lo más probable es que el resultado nunca sea bueno.